martes, 31 de agosto de 2010
lunes, 30 de agosto de 2010
La calle más estrecha
Si no me equivoco, ésta es la calle más estrecha de la ciudad:
Une la Calle San Lorenzo con la Plaza de la Magdalena. Su anchura es de tan sólo 1 m 40 cm ... abstenerse vehículos de cuatro ruedas, carruajes, manifestaciones y luchadores de sumo :)
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sábado, 28 de agosto de 2010
La calle más pequeña
Caminando por la Calle Morata, junto a la Iglesia de San Felipe, llegamos a la Plaza Ecce Homo, donde está la Escuela Universitaria de Turismo. Al fondo, a la derecha, sale otra plaza menor, la Plaza de la Corona.
Y al fondo de esta placita hay un saliente mínimo, casi un apéndice.
Y al igual que ocurre con otras calles, también ésta tiene su réplica complementaria:
viernes, 27 de agosto de 2010
jueves, 26 de agosto de 2010
Callejón de las once esquinas
En la vieja ciudad hay calles peculiares. Es el caso de este callejón con nombre sugestivo y literario.
"Con rostro serio, Gabriel tomó la iniciativa y los demás le siguieron caminando por el Coso y bajando por el lado izquierdo de la calle Alfonso I, hasta llegar al escondido rincón donde nacía, casi invisible, el Callejón de las Once Esquinas. Comprobaron, aliviados, que la luz de las escasas farolas cercanas dejaba aquella zona en penumbra y que no se distinguía ninguna ventana del vecindario iluminada".
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miércoles, 25 de agosto de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
Información al caminante
En las sendas peatonales que recorren las orillas del Ebro se encuentran carteles de la red de Caminos Naturales, como éstos:
Están muy bien porque, pongamos por caso, salgo a pasear y me digo "hoy me apetece ir a Fontibre" y claro, seguro que no vuelvo a cenar a casa y la familia se preocupa. El cartel me hace pensar que necesito prever cena, alojamiento, etc... vamos, que está muy bien :)
Aunque me asalta una duda: si en el primer cartel, junto a la desembocadura del Huerva, Fontibre está a 545 km, y en el segundo, en Macanaz, está a 576 km, ¿qué demonios pasa, que conforme caminas hacia el objetivo éste cada vez está más lejos? :(
Aunque me asalta una duda: si en el primer cartel, junto a la desembocadura del Huerva, Fontibre está a 545 km, y en el segundo, en Macanaz, está a 576 km, ¿qué demonios pasa, que conforme caminas hacia el objetivo éste cada vez está más lejos? :(
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martes, 17 de agosto de 2010
Mis tiendas de siempre
Cuando era niño (años 60) solía cambiar mis tebeos ya leídos del Capitán Trueno y de Hazañas Bélicas en Casa Paco, al final de la Calle San Lorenzo; y en Casa Amadeo (ya no está), a la vuelta de la esquina en el Coso Bajo.
Por el camino, en la Calle Mayor, me maravillaba ante el escaparate repleto de caramelos de Quiteria Martín.Durante años, para mí “Quiteria” fue sinónimo de tienda de chucherías. Tardé bastante tiempo en saber que aquel era el nombre de la dueña del comercio.
A veces acompañaba al abuelo Domingo al Mercado Central, donde años atrás había tenido un puesto de frutas y verduras..


Casi enfrente, en el escaparate de la papelería Casa Sabater (ha cambiado de nombre pero no de ramo), recuerdo una fantástica caja de 100 pinturas Faber Castell, a cuyo lado mis Alpino de 12 eran el proletariado del color. Sigo sin saber para qué sirve la blanca...
Continuando por la Calle Méndez Núñez llegaba el ruido permanente del teclear en el Centro Mecanográfico, prehistoria del Word. Enfrente mismo, La Ferretera Aragonesa, donde el abuelo encontraba cualquier pieza para las reparaciones caseras.
Hoy como entonces, sigue resultando equívoco que se anuncie la venta de drogas.
Pasábamos luego por la Calle Torrenueva y veía Casa Montal como paradigma de la abundancia, con sus jamones colgantes.
Al final de la calle estaban los Almacenes Sepu ("Quien calcula compra en Sepu" decían una y otra vez los atavoces). Siempre pedía entrar para subir en su escalera mecánica, la primera que hubo en España pues databa de 1936, y la única de la ciudad hasta la llegada de Galerías Preciados. Al lado mismo Almacenes Arias, para todos "Saldos Arias", eran la alternativa más económica al cosmopolita Sepu. Al otro lado del Mercado Central, El Pequeño Catalán, donde en septiembre mi madre me compraba una nueva bata del colegio, cuando el doble ya no daba más de sí.
En los soportales de la Plaza de Lanuza, junto al Mercado, el abuelo solía comprar en Casa Gavín semillas que le habían encargado los parientes del pueblo.
En otras tiendas de la zona, como Casa Sieso y las ya desaparecidas de los porches, se vendían albarcas, alpargatas, albardas, toneles, cántaros, azadas y demás útiles para el campo. Eran paradas obligadas para los visitantes de los pueblos, en particular para los hortelanos que traían sus productos al cercano mercado.
Los almacenes del mismo nombre eran un paraíso de los juguetes donde cogía ideas para la carta de Reyes.
A la salida, me fijaba en el escaparate de Belloso, con los maniquíes luciendo vestimentas litúrgicas. Siempre me chocó que no tuvieran cabeza.
Junto a la Plaza de La Seo, en la Calle San Valero, estaba y está La Flor de la Sierra, donde el abuelo solía tomar un tinto con una sardina, aunque nunca conmigo. Supongo que no le parecería adecuado llevar al nieto a una taberna.A la salida, me fijaba en el escaparate de Belloso, con los maniquíes luciendo vestimentas litúrgicas. Siempre me chocó que no tuvieran cabeza.
Cerca de allí, en San Gil, Casa Belanche anunciaba: "Aquí las peores gambas a la plancha", precursores de la publicidad epatante.
Era costumbre cruzar por el interior de La Seo. En la penumbra eclesial veías a las mujeres con las bolsas de la compra sobre los mármoles catedralicios, a la vuelta del Mercado. Borrajas, pescadillas y barras de pan asomaban envueltas en papel de periódico, bajo la pétrea mirada de ángeles y santos. Entonces no había que pagar para entrar como ahora.
Era costumbre cruzar por el interior de La Seo. En la penumbra eclesial veías a las mujeres con las bolsas de la compra sobre los mármoles catedralicios, a la vuelta del Mercado. Borrajas, pescadillas y barras de pan asomaban envueltas en papel de periódico, bajo la pétrea mirada de ángeles y santos. Entonces no había que pagar para entrar como ahora.
El abuelo Domingo hacía una parada en los bancos del altar mayor pero no para rezar, qué va, sino para leer el Heraldo. Decía que aquel es el mejor asiento de la ciudad: caliente en invierno y fresco en verano. Y sentenciaba: “Donde haya curas siempre se está bien”.
En la Calle Palafox, entrábamos a comprar vino en las bodegas del mismo nombre y pan en el Horno Sevilla. Aún no existía el Mercadona, ni en la imaginación.
Supervivientes a las franquicias y grandes superficies, resistentes frente a la globalización, sigo encontrando algunas de aquellas tiendas, mis tiendas de siempre. Con ellas, parte de mi pasado.
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lunes, 16 de agosto de 2010
Más voladores
Un pardillo en el Parque del Buen Humor, en Ranillas, junto al Ebro. Su pecho es, como dice la canción Guantanamera, "de un carmín encendido":



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domingo, 15 de agosto de 2010
La gran evasión
Ayer, a las 9:00 en el cruce de Paseo Independencia con Calle Cádiz.

En el cruce de Paseo Independencia con Calle Sanclemente:





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