jueves, 29 de enero de 2015

El Cielo de Zaragoza

"Así en el cielo como en la Tierra" es una estupenda película de José Luis Cuerda, que ya cité en otra entrada del blog, cuya acción transcurre en "el Cielo de España", un pueblo típico español donde el alcalde es Dios Padre, el sargento de la Guardia Civil es San Pedro, etc. Visitando nuestro museo recordé esa película ante este cuadro:
San Valero, San Vicente Mártir, San Pedro Arbués y Santo Dominguito de Val, en la Gloria. José Luzán (1757). Óleo sobre lienzo. Museo de Zaragoza.
Los cuatro santos representados son zaragozanos, de nacimiento o de adopción. De izquierda a derecha: 
San Pedro Arbués, Inquisidor de Aragón a las órdenes de Torquemada en el s. XV, asesinado en el interior de La Seo en venganza por las muertes de conversos en autos de fe que había sentenciado. En represalia por su muerte, la Inquisición desató una oleada de nuevos asesinatos.
San Valero, primer obispo y patrono de la ciudad, por cuya celebración la mayoría de zaragozanos empleados hoy no iremos a trabajar y comeremos roscón. Fue encarcelado durante la persecución de Diocleciano (s. IV), junto a su diácono Vicente. La tartamudez de Valero le salvó la vida: ante el tribunal le costaba hablar, así que tomó la palabra Vicente con tanto énfasis que fue directo al martirio.
San Vicente Mártir, el que se la jugó por quitarle la palabra al tartamudo Valero. Fue ejecutado con saña: le quebraron los huesos, luego fue desollado y finalmente asado. Eran unos bestias aquellos romanos...
Santo Dominguito de Val, monaguillo de La Seo que fue encontrado asesinado a orillas del Ebro en 1250. En el s. XVI la Iglesia construyó una leyenda de martirio con fines antisemitas, elaborando unas falsas actas que copiaban al detalle otras leyendas europeas similares. Tiene una capilla lateral en La Seo donde se ve al niño crucificado, con una herida en el pecho por donde "los malvados judíos" le habrían extraido el corazón vivo. Siendo yo un tierno infante que correteaba por la catedral mientras mis padres asistían a misa en el altar mayor, un sacristán me llevaba a aquella capilla y me repetía con sádica insistencia la sangrienta historia, pensando tal vez así estimular mi fe. Lo que estimulaba era mi insomnio en la siguiente noche.
En esta festividad local de San Valero he pretendido un paseo por el Cielo zaragozano. Pero semejantes historias me han dejado mal cuerpo. Prefiero recorrer las calles de la ciudad. El Cielo puede esperar...

3 comentarios:

  1. A mí también se me pone mal cuerpo.¡Qué salvajadas!
    Sonia

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  2. Como bien dices, sacamos un día de fiesta y un roscón delicioso. Prefiero pensar en esto por lo que gano en salud.
    Saludos.

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  3. Que paséis un buen día rosconero, Sonia y Carlos.

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