Sobre la puerta de la iglesia de San Miguel de los Navarros, el arcángel blandiendo la espada derrota a Satanás. El diablo tiene unas grandes dimensiones y está con la cabeza girada 180 grados (¡como la niña de El Exorcista!). Su cuerpo musculado tiene la apariencia de una bestia. Basta fijarse en el detalle de los pies.
El rostro del arcángel es de una belleza convencional en el arte sacro. Pero el del diablo, visto con detalle, por la concreción de sus rasgos sugiere ser el retrato de alguien con nombre y apellidos.
Y efectivamente, según cuenta en sus Memorias Juan Moneva, el escultor Félix Oroz recibió en 1860 el encargo de restaurar la deteriorada figura de Lucifer y le dio los rasgos del entonces Rector de la Universidad de Zaragoza Jerónimo Borao y Clemente (1821-1878). Hay quien dice que por ser éste un importante político liberal y haber discrepancia ideológica; otros que se trataba de una broma, habiendo sido ambos compañeros de andanzas estudiantiles. Lo seguro es que D. Jerónimo Borao ha quedado inmortalizado por la calle que lleva su nombre cerca del Portillo y, a su pesar, por haber dado cara al Maligno.
¡Vaya historia!...la desconocía. Me encantan los detalles que descubro aquí de mi ciudad. Siempr eme llaman la atención estas figuras en las que aparece el diablo, derrotado por un ángel... o las de San Jorge derrotando al dragón. La carga dramática de estas imágenes es impresionante. Un abrazo.
ResponderEliminarQ historia!!!! Recuerdo que en la citada calle (C/ Borao) vivía mi abuela. La de veces que habré estado yo por allí. Alli, nacio tb mi padre. Pero dejando la anécdota de la calle aparte, la historia es muy curiosa. Un saludo
ResponderEliminarYo sé muy bien que cara le pondría a ese demonio. La de un señor muy respetable de esta ilustre ciudad.
ResponderEliminar¡Buena historia! Ahora mismo voy a apuntarme a un curso por correspondencia de escultura (¿hay de eso?!!!!) que tengo que esculpir unos cuantos demonios de esos con cara ;).
ResponderEliminarCuriosa entrada. He de corroborar que mi tatarabuelo, Gerónimo Borao y Clemente, fue inmortalizado en el diablo por una mala relación con el autor. Su intención no era sino desprestigiarlo y, en vez de eso, le dio otra leyenda para engrandecer su historia.
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