El nombre de este callejón, muy cercano a la Plaza San Miguel, tiene su historia. Se encuentra en la que fue la Judería de Zaragoza y su nombre proviene de una de tantas historias o leyendas que abonaron los prejuicios antisemitas del pueblo. Se dice que en el siglo XVI, un mastín allí guardaba la casa de unos judíos y tenía la prodigiosa capacidad de reconocer a los cristianos que pasaban por esa calle, a quienes acometía. Denunciados a la Inquisición por ello, el perro fue sacrificado y sus amos judíos recluidos. Curiosamente, a este callejón se llega por la Calle Antonio Agustín, que fuera nuncio de la Santa Sede... un buen bocado para el perro.
(Datos tomados del artículo "Entre la ciudad perdida y la deseada" de Isabel Yeste. Revista La calle de todos. FABZ. Octubre 2009)
(Datos tomados del artículo "Entre la ciudad perdida y la deseada" de Isabel Yeste. Revista La calle de todos. FABZ. Octubre 2009)
ostras, que curioso!!
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