martes, 5 de julio de 2011

Intimidad pública

Hay días, como ayer, que mi sorpresa no nace de lo que veo, sino de lo que oigo. Por eso, hoy no hay foto.
Todos hemos coincidido en un transporte público con alguien que habla por el teléfono móvil en voz bien alta, sin importarle la presencia próxima de muchos desconocidos. Aparte de la molesta invasión acústica, sorprende la exhibición de asuntos personales, a veces muy personales.
Recuerdo la pesadez de aquel ganadero que en un viaje de AVE estuvo “radiando” a todo el vagón, entre Zaragoza y Madrid, la venta de unos terneros. También recuerdo la rechifla inicial, luego ya incomodidad, cuando un lunes, en un bus de la línea 23, conocíamos con pelos y señales las performances sexuales de dos muchachas en un movido fin de semana.
Pero ayer sólo hubo seriedad en el bus de la línea circular. Una mujer joven, sujetando un carrito de niño con una mano y el móvil con la otra, rodeada por 30 desconocidos, rompía con su pareja por vía telefónica. Involuntariamente hemos escuchado en vivo y en directo su separación. Hubiera preferido soportar otro trato comercial o la crónica de una juerga. Pero esto era más triste. No airearé los detalles, a mí si me puede el pudor. Sólo diré que Irene y Pablo van mañana al abogado.

3 comentarios:

  1. Muy triste. Suelen ocurrir esas cosas en los autobúses...

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  2. Tiene que ser duro estar ahí y no poder bajarse sin llegar tarde al trabajo

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  3. ¡Genial la crónica de hoy! Coincido al 100% contigo en el rubor ajeno que producen estas conversaciones de personas autistas con el público que les rodea. A mi me ha ocurrido en varias ocasiones. Además, el autismo telefónico no entiende de clases sociales ni de nivel cultural. En Sádaba tuve ocasión de escuchar, hace poco, en un restaurante, rifirrafes políticos hilarantes. Los voceros parecían pertenecer a un despacho de abogados. Supongo que creen vivir en una isla porque no demostraron pudor alguno en airear sus desencuentros. ¡Feliz verano!. JL Pueyo. El Periplo Aragonés.

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