sábado, 24 de mayo de 2014

Jornada de reflexión

Portada de Hermano Lobo en 1975, ¡tan actual!
(recuperada gracias al blog el ventano)
La política es demasiado importante para entregársela a los políticos profesionales. La gente normal puede y debe recuperarla. Si no la viste, te sugiero ver la entrevista al presidente de Uruguay Pepe Múgica en el programa "Salvados"... enlace

3 comentarios:

  1. Hace un par de años ya tuve la oportunidad de "recuperar" toda la serie de Hermano Lobo gracias a un enlace que me pasó un amigo, ya fallecido. En aquéllos años era una lectura imprescindible, que se decía, y de efectos benéficos para la salud mental de sus seguidores, tanto como lo podía ser la lectura de publicaciones más "serias" como Cambio 16, Sábado Gráfico o Triunfo. El sentido del humor y la sátira inteligente siempre ha sido uno de los medios más corrosivos y eficaces para combatir al poder establecido, la injusticia y la corrupción. Aunque eso que dices de que la gente "normal" tome el poder al margen de los profesionales ... hummm, no se. La solución no es nada fácil pero quizás pase por empezar liquidando democráticamente el bipartidismo y después realizando reformas como la de la Ley Electoral, la inmunidad parlamentaria, las iniciativa popular legislativa, la supresión del Senado, etc. etc. Esto, claro está, si aceptamos la democracia como modelo de convivencia.
    Un saludo, José María

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  2. Gracias por tus reflexiones, Anaximandro.
    Intentaré explicarme: las listas cerradas de los grandes partidos están integradas, en una amplísima mayoría, por personas que han ido prosperando dentro del "aparato" de los mismos hasta lograr un puesto en ellas. No sabemos quiénes son, qué han hecho, qué piensan... sólo que están bien considerados por la dirección de su partido, a la cual se deben y a la que serán fieles aunque haya que negar en la práctica lo que prometieron a los votantes en la campaña. Son esos los que llamo "profesionales" de la política. No pertenecer a esos sectores no implica ser ignorantes. Se puede tener una capacidad de análisis y una experiencia de gestión mayor que la de ellos, siendo "personas normales" (véanse los casos de la actual Ministra de Sanidad o de la Alcaldesa de Madrid, por ejemplo; ¿no conocemos "gente normal" más capaces que ellas?). Personas que vivan como vive la gente normal, que no caen en brazos de los poderosos (quiero un Pepe Múgica en La Moncloa... o en su piso).
    En consecuencia con lo anterior, una vez elegidos, esos "profesionales" no dan explicación alguna a sus electores. De hecho, no tienen una oficina abierta al público y un horario en que recibirles, como sí he visto tenía un diputado francés. El concepto de representación queda diluido del todo. De hecho, esos partidos colocan en las listas a quienes quieren premiar, en un auténtico reparto del pastel entre amigos. Por ejemplo: Bárcenas era diputado por Cantabria sin haber pisado nunca Cantabria; algunos candidatos bien colocados en las listas de las Europeas están allí para agradecerles los servicios prestados y que tengan una jubilación política dorada.
    Una democracia más auténtica debe ser posible. Algunos de sus rasgos serían estos... Yo quiero primarias abiertas donde cada candidato se presente a la ciudadanía y los votantes de esa opción sepamos quién es y decidamos si merece estar en la lista o no; quiero que, una vez votado, dé explicaciones de su gestión y sea revocable; quiero que ese partido no esté en manos de los bancos que le han dado créditos que luego les perdonarán a cambio de favores, que se deba a los electores no a esos otros poderes fácticos, para lo cual deberá financiarse con las aportaciones identificadas de simpatizantes; y quiero que sus cuentas sean públicas desde la primera factura. Todo eso es un cambio profundo de la política al uso. Pero si ese cambio no se realiza, esa política seguirá cayendo hacia el descrédito absoluto, con el gran peligro que tal cosa representa de caida en sistemas totalitarios.
    No daré nombres para que no se diga que quebranto la jornada de reflexión, pero a estas elecciones concurre ya una nueva opción electoral que cumple esos requisitos que dije, a la que por ello y por estar de acuerdo con su programa, voy a dar mi voto. Puede ser que peque de ingenuidad y que luego la realidad se desvíe de esos propósitos, pero sin ese resquicio de confianza ya sólo queda el descreímineto y la abstención.
    Yo voté con ilusión la Constitución del 78, que luego dicen que es sagrada e inamovible, y en octubre de 2011 los dos grandes partidos pactaron en 15 días, a mis espaldas, una reforma (art. 135) que invierte los valores en que se basaba aquello que voté. Creo necesario recuperar la ilusión de cambiar las cosas, como teníamos en aquellos lejanos tiempos del Hermano Lobo. Más difícil parecía entonces.
    Una abrazo (democrático por supuesto).

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  3. José María, que sepas que suscribo íntegramente todo lo que dices. Yo quiero lo mismo que tu. Pero no me parece fácil conseguirlo si la mayoría de votantes siguen apoyando a los de siempre o a nadie. Entre los conformistas y los abstencionistas, que opinan que frente al desencanto lo mejor es autoexcluirse, pues parece que el cambio va para largo.
    Un abrazo.

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