Llegaron como mascotas de caprichosos dueños que pronto las soltaron. Estas aves bullangueras criaron en nuestros parques hasta invadirlos y a veces convertirse en una plaga. Al verlas y oirlas en tal abundancia, cuando paseaba por el Parque del Buen Humor (así se llama), junto a la Avenida de Ranillas, creía estar en la Selva del Amazonas.
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La verdad es que dan colorido a la ciudad y animan el paisaje. Me gustan, son verdes y chillonas. Estuve bastante tiempo trabajando en la Expo y en sus obras. Allí contemplé el crecimiento demográfico de estas aves.
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